Aparte de los líos de presiones y cámaras hiperbáricas, que te puedas quedar atrapado en un arrecife, que se te termine el oxígeno antes de tiempo o que una anguila te pegue un buen calambrazo, si buceas corres el peligro de que alguien conspire contra ti para regalarte una tarta personalizada, la decoradora tenga "uno de esos días" y te encuentres con ésto.

Con la de tartas preciosisisísimas de buceadores que hay por ahí...  Tamara me dijo que no le importaría un toque de humor en la suya y a mí me dio por emperrarme en esta imagen.  El buceador intentando recuperar con una mano, a toda costa y a tirones su aleta de buceo a un tiburón "chorizo" (una especie de tiburones sin catalogar aún por los biólogos marinos).

Y con la otra aleta lista por si hay que darle con ella en los morros al cleptómano bichejo marino.

Una de esas "maravillosas" ideas que te hacen repetir cuan mantra una y otra vez mientras intentas ejecutarlas:  "ni al que asó la manteca, ni al que asó la manteca, ni al que asó la manteca, ni al que asó la manteca..."

Menos mal que luego pude resarcirme a base corales, algas, pedruscos marinos y demás zarandajas para decorar los laterales.

Del tiburón y sus piños, no me ha hagáis hablar, parece que llevara dentadura postiza.  Y luego querrá robar cosas con ella... ¿Dónde comprará el algasiv?

Afortunadamente el bizcocho, el "moje" y el relleno eran de bailey's, que quieras que no seguro que ayuda a pasar el trago.  Y bueno, siempre quedan los fondos marinos para disfrutar como la sirenita de Disney: "bajo el maaaar, bajo el maaaaaaaar".

Está visto que no se pueden escribir artículos de blog cuando está una de un humor más negro que la tinta de un calamar.

Gracias, Tamara, por confiarme este encargo tam peliagudo y por mencionarme en tu blog e incluso poner una foto de la tarta. 



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